Capítulo 1: La desesperación se viste de rojo
El sol estaba en lo alto del cielo en ese caluroso día estival. Akadiö se encontraba en una larga pradera, a las afueras de Nirmarklof, leyendo un libro. Muy a menudo solía pasarse los días leyendo sentado a la sombra de un árbol o tumbado en los verdes prados de su ciudad, o también acompañando a los ancianos del lugar escuchándoles contar viejas leyendas u otras historias antiguas.Akadiö era un joven elfo, de unos ojos color negro azabache que le conferían una mirada que parecía no tener fin. Su pelo era también negro y tan largo que precisaba ser recogido con una larga trenza, que le protegía la espalda.Aquella misma mañana, tras volver a casa, enfermó. Aparecieron la fiebre, los vómitos y los espasmos y cada día que pasaba, la salud de Akadiö no dejaba de empeorar. Se desconocían las causas. Los clérigos de la región no comprendían qué era exactamente aquella enfermedad ni a que se debía.
Los padres del elfo lloraban con desconsuelo día y noche, sabían que la vida de su hijo pendía de un hilo. Sólo les quedaba una opción: recurrir al bosque y a los chamanes que en él habitaban. Tampoco éstos supieron decir nada sobre la situación del joven. Sin embargo, cuando ya habían perdido toda esperanza, una encorvada anciana apareció en su casa, presentándose ante ellos como una antigua curandera. Observó durante dos días el estado de Akadiö, quién llevaba muchos días sin ni siquiera despertarse. Sólo la respiración débil del elfo y los frecuentes espasmos recordaban que el elfo seguía aun con vida. Sin embargo en un momento de ligera mejoría, Akadiö logró abrir los ojos y enfermo y adormilado atinó oír un poco de la conversación que llevaban sus padres y la curandera en la habitación contigua, desmayándose justo después. "Lamento deciros esto”, titubeaba con aguda voz la anciana. “Vuestro hijo está maldito... qué desgracia... Padece una enfermedad incurable y no aguantará mucho más. Sólo una prueba de amor podría salvarle…" Después de aquella jornada, la misteriosa anciana desapareció dejando desolada aquella familia de elfos. Pasaron varios días, y el aspecto de Akadiö no dejaba de empeorar: los espasmos iban en aumento y la palidez de su rostro invitaban a pensar que su vida no tardaría en apagarse.
Los padres del elfo lloraban con desconsuelo día y noche, sabían que la vida de su hijo pendía de un hilo. Sólo les quedaba una opción: recurrir al bosque y a los chamanes que en él habitaban. Tampoco éstos supieron decir nada sobre la situación del joven. Sin embargo, cuando ya habían perdido toda esperanza, una encorvada anciana apareció en su casa, presentándose ante ellos como una antigua curandera. Observó durante dos días el estado de Akadiö, quién llevaba muchos días sin ni siquiera despertarse. Sólo la respiración débil del elfo y los frecuentes espasmos recordaban que el elfo seguía aun con vida. Sin embargo en un momento de ligera mejoría, Akadiö logró abrir los ojos y enfermo y adormilado atinó oír un poco de la conversación que llevaban sus padres y la curandera en la habitación contigua, desmayándose justo después. "Lamento deciros esto”, titubeaba con aguda voz la anciana. “Vuestro hijo está maldito... qué desgracia... Padece una enfermedad incurable y no aguantará mucho más. Sólo una prueba de amor podría salvarle…" Después de aquella jornada, la misteriosa anciana desapareció dejando desolada aquella familia de elfos. Pasaron varios días, y el aspecto de Akadiö no dejaba de empeorar: los espasmos iban en aumento y la palidez de su rostro invitaban a pensar que su vida no tardaría en apagarse.
Hasta que llegó aquel día. Akadiö abrió los ojos, se sentía bien. Había recuperado las fuerzas y parecía estar plenamente recuperado aunque al salir corriendo de la habitación, el corazón le dio un vuelco. Su madre estaba tendida en el suelo, envuelta en un charco de sangre que fluía de un profundo corte en el cuello. Su rostro, con la mirada perdida hacía la habitación de su hijo, dibujaba una tímida sonrisa y junto a sus manos yacía una pequeña pero afilada daga ensangrentada. Ya era demasiado tarde.
Akadiö gritó, gritó tan fuerte como si quisiera sacar toda su angustia en un desesperado chorro de voz. Su madre había muerto por él... y él vivió.
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Marcel, a més de ser l'autor del relat, és un integrant de l'anomenada lacra social que habita pels voltants de Flix. És el creador de la conducta del "buitrisme" i no és gens estrany veure'l passejar per l'Springflix a altes hores de la matinada, rodejant alguns exemplars de fémines humanes llepant-se llavis abans de passar a l'acció. Tampoc us estranyessiu si el veieu intentar marcar algun gol a les 24 hores, pegar cops de puny a tot arreu durant el Dia de l'Ermita o també buitrejant tot tipus de productes alimentaris al Plus o al Forn La Plaça.
En fi, per saber més coses sobre aquest estrany especimen, cal visitar el seu bloc sobre humor i frikades, la Fortalesa Èpica.
2 comentaris:
Sisi, s'ha de dir a tot que si.
Gracies per publicarlo ^_^ espero que agrado a tothom :D
Si, x la foto que es veu el tiu aquest te bastanta "pose a puta" eh ^^
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